jueves, 10 de noviembre de 2011

Puente de blog a blogs

Vamos llegando al final de este recorrido y cada uno de ustedes ha realizado su propio vuelo. Como lo habíamos dicho en un principio, cuando leímos el texto sobre el águila.
Y para ver los diseños de sus pasos por los aires, ¿vamos de link en link por sus propios blogs?
Allí nos dirigimos... ¡Desplegamos alas en cada nombre!
Florencia
Enrique
Juan Pablo
Érika
María
Jennifer
Víctor

sábado, 25 de junio de 2011

Otros vuelos - Guido

Nunca te olvides de Volar

Recuerdo aquella mañana en la que entré al bosque tan solo para buscar algún ave exótica. Son aquellas estupideces que uno hace sin pensar y de las que con el tiempo aprende que no valen la pena. Un gallinero es un gallinero, es un lugar donde hay gallinas y gallos, y debería ser siempre así.
En la vida uno quizás no se da cuenta de la magnitud de las cosas, muchas veces uno comete errores por ignorancia. Y quizás me justifico diciendo que estaba en una especie de ignorancia al momento de cazar el aguilucho. El hombre en sí es competitivo, nos encanta tener algo mejor, más raro, o algo que nos destaque de los demás. ¿Quién no se iba a sorprender sabiendo que tendría a un águila en mi hogar?
Fue así como llegaba a mi casa, contento de mi hazaña. Lo coloqué en el gallinero, y dejé que la vida hiciera lo suyo.
El tiempo pasó y aquella ave exótica era una más del montón, sin contar obvio con su tamaño y el esplendor de sus alas.
Recuerdo también el día en que vino el hombre ese, sí, ese hombre era un... un naturalista, un ambientalista, algo de eso. Vino a recorrer mis campos y mientras hablábamos nos topamos con el gallinero. El hombre se había detenido y mirando fijamente me dijo que allí había un ave que era fuera de lo común. Un águila. “Estás en lo cierto”, le respondí. Y le expliqué que a pesar de eso, el ave había sido criada como una más.
Inmediatamente el hombre se volvió hacia mí e intentó convencerme de que un águila no era como aquellas gallinas a pesar de haberse criado toda su vida con ellas. Quiso explicarme lo magnífica que era esa ave y me decía que su especie era la que reinaba en los cielos y que no merecía estar en un mísero gallinero comiendo maíz. Que por su naturaleza, en su ser mismo estaba el hábito de rondar por las alturas, y sobrevolar todo aquello en lo que se le estaba acostumbrando a vivir.
Incrédulo, sentía que este muchacho no sabía nada. Una persona es como es criada, un animal toma la actitud de los animales con los que es criado. ¿Cómo esta águila va a poder volar si está acostumbrada al barro del gallinero y a comer el maíz del piso? Insistente, para querer convencerme la tomó entre sus brazos, la levantó bien alto y quiso que volara... Pero no funcionó.
Sin perder los ánimos lo intentó una segunda vez al día siguiente. Subió a mi techo y de allí intentó que volara, pero nada dio resultado. Ella no quería volar, ella quería ser una gallina más...
Finalmente llegamos a un tercer intento, el último. El hombre y yo nos estábamos cansando ya de esta situación. Subimos a una colina, al punto más alto. Y fue en ese momento que le ordenó al águila que volara, que no era un animal del suelo, sino que pertenecía al cielo, y que así también, el cielo le pertenecía a ella. El águila miró como las anteriores veces para todos lados, pero ésta vez desplegó sus alas y emprendió vuelo. Sin mirar atrás, sin duda alguna, comenzó su trayecto hacia lo más alto, casi perdiéndose entre el brillo del Sol. Su vuelo era hermoso y pude comprender lo que realmente sucedía.
El águila seguía siendo un águila, estaba en su sangre, estaba en su ser.
Comprendí entonces que no se debe intentar modificar el destino de los seres vivos. Cada cual nace y tiene un rol en la vida, un espacio y un objetivo. De nada sirve querer cambiárselos porque a través del tiempo siempre perdurarán...

miércoles, 15 de junio de 2011

Para leer en voz alta - 2

Instrucciones para subir una escalera
 Julio Cortázar
de "Historias de Cronopios y de Famas", Julio Cortázar, 1962. © 1996 Alfaguara


Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
   Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
   Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

miércoles, 8 de junio de 2011

Para leer en voz alta - 1


La Rana que quería ser una rana auténtica


Había una vez una Rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad.
Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena Rana, que parecía Pollo.

Otros vuelos - Érika

LA LUCHA POR UNA IDENTIDAD

                        El águila, que se creía una gallina, vivía como tal en la granja, hasta que un día, un sabio, se dio cuenta de cuál era su verdadera identidad y decidió así llevarla hasta la cima de una montaña para que pudiera desplegar sus alas y volar. Esta persona veía cual era el verdadero potencial del águila y fue así que se propuso abrirle los ojos para que dicho animal dejara de creerse un ser inferior y finalmente, se aceptara tal cual es. Cuando el águila, luego de innumerables intentos fallidos, logró de una buena vez desplegar sus enormes alas y volar, fue cuando supo que había cumplido el prepósito del sabio: reconocerse a sí mismo.

Una gallina indiferente

lunes, 30 de mayo de 2011

Otros vuelos - Florencia


El jefe del gallinero
  
     Les voy a contar la historia de cómo fue que me convertí en el jefe del gallinero.
               Nuestro granjero, un hombre terco y orgulloso, un día trajo un ave rara, muy distinta a todos nosotros, a quién crió y alimentó al igual que a todos los habitantes de la granja. Con el pasar del tiempo, a pesar de tener pico, plumas y alas como todas las gallinas, las diferencias se veían tanto en el pico, en las plumas y en las alas, como en el resto de su cuerpo; fue así como  descubrí que no era ni una gallina, ni un gallo, ni alguna especie rara de ganso; si no que era un águila.
                Al haber descubierto esto, pensé que cuando lo contase, las gallinas lo dejarían apartado y al fin podría ser yo el jefe del gallinero; pero eso no importó, parecía que las gallinas estaban hipnotizadas por él, no hacían caso a mis advertencias. Quien gobernaba, a quien seguían y hacían caso era a esa ave, que sin ni siquiera intentarlo, era el dueño de mi territorio.
                Un día, el granjero vino acompañado por un hombre más viejo que él, a quien ponía mucha atención. Los dos hombres se acercaron a nosotros y el más viejo de los dos señalaba y decía algunas cosas respecto del águila.
                En un momento, este hombre de cabellos blancos y vestimenta singular se acerca a mi rival y le ordena que vaya con él. ¡Otra vez se había robado el protagonismo!
                El hombre alzó al águila, le hacía gestos extraños y le decía cosas que no conseguía escuchar debido a la distancia que había entre nosotros. Después de unos instantes, vi una pequeña desilusión y a la vez perseverancia en la expresión del anciano, muy distinta al rostro del granjero, que por lo que pude entender, le habría ganado un desafío al viejo, quien se marchó al final del día.
                Al amanecer siguiente los hechos se habían repetido tal cual el día anterior; pero a la tercera salida del sol, el hombre canoso tomó al águila, se la llevó a un lugar lejano junto con el granjero y cuando nuestro dueño volvió a la granja, no sólo se veían frustración en su rostro, sino que el ave que tantos disgustos me generaba no volvió con él y nunca volvió a verse por esta granja.
                Y fue así como mis días gloriosos como jefe del gallinero comenzaron. Fue así como el sueño de que todas las gallinas me obedecieran se cumplió. 

jueves, 5 de mayo de 2011

Otros vuelos - Juan Pablo

El águila que no quería volar - Habla el sabio

Un día fui a una granja para buscar huevos y cuando llegué vi algo extraño: Un águila como gallina.
Cuando entré le pegunté al granjero: -¿Sabe que ese pollo es un águila?
-No, es una gallina.- me dijo el granjero.
Luego de discutir un rato, agarré al águila, la puse en mi brazo y le dije: -Águila, tú que eres un águila, eleva las alas y vuela.
Pero el águila se volteó y fue a picotear con las gallinas.
-¿Viste que no es un águila? Es una gallina.- me dijo el granjero.
Al otro dia fui de nuevo y llevé al águila al techo y le dije: -Águila, tú que eres águila, vuela.- pero el águila fue de nuevo a picotear con las gallinas.
A tercer día la llevé hasta la montaña y le volví a decir lo mismo que los otros días y esta vez el águila voló hacia el sol.
Luego me dije a mí mismo: "Es águila porque es el rey de los cielos".

Juan Pablo Teixeira

Otros vuelos - Enrique

Mi gallina

Un día de sábado, yo iba caminando por la ruta en busca de maíz para mi criadero de gallinas, patos y pavos. De repente, mientras caminaba, veo una extraña ave. Esa ave era un águila.
Esta águila era muy diferente de las demás porque no podía volar. No había ninguna explicación para ello. A mí me llamó mucho la atención ver que no podía volar…Y de repente, con una bolsa que tenía para traer el maíz, la capturé, luego la lleve al gallinero. Una vez que llegué la coloqué con las demás gallinas y le dije que no era una simple ave sino una gallina, una gallina muy especial, una gallina muy diferente de todas.
Después de que le dije eso empecé a notar que el águila empezó a relacionarse mucho con las gallinas. Noté que el águila tomaba actitudes de gallina (como por ejemplo, cacarear), también  me di cuenta de que el águila comía maíz como las gallinas y dormía en los gallineros.
Al otro día, que volvía de comprar maíz, me encontré a un anciano que parecía muy sabio. El sabio me vio venir, entonces me saludó y me preguntó si este criadero era mío, y yo le dije que sí. Luego le pregunté si necesitaba algo y me dijo que no, pero me señaló que le había llamado la atención unos de mis críos, que resultaba ser el águila.
Me quedé asombrado cuando me dijo eso y le dije que no era un águila sino que era una gallina. El anciano me insistía en que no era una gallina sino un águila y después me dijo que le alcanzara el águila. Se la alcancé y empezó a decirle que volara, que volara con las demás águilas, que este no era su lugar; pero el águila no volaba. El anciano se marcho sin responder nada en absoluto.
Al otro día me levanté muy temprano y les di de comer a mis críos, luego veo venir al anciano. Apenas lo vi le dije ¡seguro viene a visitar a mi gallina!  El anciano me dijo nuevamente que era un águila. Me empecé a reír y sin ofenderlo le digo ¿Hasta cuándo va insistir con que es una águila?  Yo ya le explique que no es un águila, es una gallina con la apariencia de águila, y el anciano se la acercó y le dijo: “anda joven águila vuela, anda vuela”. Le dijo, también, que tenía fe en ella para que volara y el águila se fue a comer maíz. Luego mire al sabio y le dije seriamente que me parecía que él no era tan sabio.
Entonces, el sabio le dijo, una vez más, al águila que era un águila y no una gallina y que empezara a volar, pero el águila lo miró al sabio y le cacareo como gallina.  El sabio se enojó y me dijo que a la mañana siguiente, bien temprano, se iba a llevar al águila para que aprendiera a volar. Despreocupadamente le dije que estaba bien.
Me afligí mucho por el águila durante el día, la alimenté bien, la curé de algunas heridas que tenía, entre otras cosas. Al día siguiente me levanté a las diez de la mañana y de repente apareció el anciano que vino a buscar al águila. Me llamo y me dijo que era hora. Me puse triste. Tomé unos segundos y le dije que estaba bien.  Luego se la alcancé y le dije que ya sabía que el águila no va a volar. Luego el anciano y el águila se marcharon hacia el lugar que la encontré.
Yo los miraba cuando iban al lugar y pensé que ya sabía que era un águila, pero no un águila cualquiera sino un águila muy especial, un águila con el corazón de una gallina.

Enrique Pedernera

Otros vuelos - Víctor

La gallina enamorada

El otro día había en el gallinero un revuelo importante. Fui a ver lo que pasaba, me acerqué despacio sin hacer ruido y ¡sorpresa!, yo miré, ¿Quién estaba? Un gallo desfilando delante de las gallinas quienes entre ellas murmuraban: -¿quién es este bombón? ¿De dónde salió?. Una de ellas, la más callada y tímida, lo observaba fascinada y pensaba:  a este no me lo pierdo. El gallo también fijó su atención en ella y murmuró:  esta gallinita es mía.
En ese preciso momento, apareció en escena un ser desconocido: un águila preguntando dónde estaba. Éste es nuestro hábitat ,decían las gallinas, ¡fuera de aquí! Pero el gallo apiadándose de él lo invitó a quedarse.
Pasaron los días y se hicieron amigos tanto que el gallo le confiesa que una de las gallinitas, que estaba cuando apareció en el gallinero, lo tiene loco pero se  hace desear como buena exponente del sexo femenino.
El águila intenta ayudarlo a conquistarla aconsejándole  que le haga algunos guiños y piruetas. Así lo hizo y ¿saben qué? logró su cometido, al fin pudo conquistarla.
El águila feliz por esta hazaña anunció que debía irse y buscar el camino que lo llevaría a su lugar de origen. El gallo muy agradecido le pidió se quedara pero el ave manifestándole que se había sentido muy cómodo emprende el vuelo ya  que debía volver con los suyos.

Otros vuelos - Jennifer

Soy

No recuerdo bien como llegué a ese lugar que adopté como casa, pero sí el día en que salí.
Esta es mi historia, la de un águila (porque eso soy) que se crio siendo gallina (porque eso era).
“¿Por qué me veo diferente si me siento igual que ellas? Esta es mi casa, mi lugar y hasta puedo decir que somos una familia. ¡Esta es mi vida y no me falta nada!”,  me repetía a diario, hasta que con los años ese planteo desapareció.
Todo comenzó un día -que parecía que iba a ser uno de los  típicos para todos en el gallinero- cuando escuchamos discutir a nuestro dueño con un hombre. “Es un águila” gritaba el señor. Inmediatamente todos ahí nos empezamos a preguntar qué era un águila, pero nadie sabía.
Unos minutos más tarde, el hombre me tomó del cuello y me hizo parar sobre su mano y, cuando ya me tenía allí, me dijo “ahí es donde perteneces”, mientras señalaba un lugar desconocido. El miedo, hizo que de un salto volviera a mi casa, en donde me sentía seguro.
Esa noche no dormí bien, tenía miedo y dos preguntas dando vueltas en mi cabeza: “¿Qué soy?, ¿Quién soy?”. Escuche a Marta decir que era diferente. ¡DIFERENTE! “¿Qué es ser diferente? ¿Por qué me tocó a mí ser diferente?” Y entre tantas preguntas, me dormí.
Al otro día el hombre volvió. Una vez más, me sacó de casa y me mostró ese lugar (que debo admitir, era maravilloso).  ”Ahí es donde perteneces”  repitió. Pero al bajar la mirada encontré nuevamente a mi humilde hogar. “No quiero ser diferente” pensé y volví. Al bajar, por alguna razón todos se alejaron de mí. Quizás si era diferente, pero… ¿por qué se alejaban? ¿Tan malo era no ser igual a ellas?
A diferencia de la noche anterior, la siguiente  me quedé pensando en ese lugar. Quería ir, NECESITABA IR. Porque quizás, yo era un águila.  Marta a los gritos decía “¿Por qué a él?” y por primera vez pude enfrentarla y le dije casi con indignación “¿por qué a mí no?”. Mirándome enojada me contestó: “Porque YO me esforcé por ser diferente. Y vos… ¡VOS! sin hacer nada te ganás lo que busqué toda mi vida”. No supe qué decirle, bajé la mirada y me acosté pensando en por qué era tan importante para ella ser “diferente”, hasta que me dormí.
A la tarde siguiente el hombre volvió a hacer lo mismo. Pero esta vez, no quise mirar hacia abajo. Fue sólo el lugar y mi necesidad de conocerlo. Una fuerza ajena a mí, abrió mis alas y cuando quise mirar abajo, ya no había más que arboles.
“SOY DIFERENTE” pensé. “SOY UN AGUILA” me dije. Y volé, volé lo más alto que pude. Fui libre como nunca antes había sido y entendí a Marta.  ¡Ella quería ser libre! Pero no podía, porque era una gallina.

Jennifer Tomé

sábado, 26 de marzo de 2011

Empecemos el 2011 con un cuento


¡Bienvenidos a la Institución, a esta cátedra, a esta comunidad educativa!

Y como dice el cuento con el que empezamos nuestros encuentros, les digo a cada uno de ustedes: "Águila, tu eres un águila, ¡abre tus alas y vuela!"

Bien, ¿qué les parece si comenzamos a practicar vuelos?
Al principio seguramente serán imprecisos y temeremos caer, pero ¡a no preocuparse!, porque para afianzarlos todos trabajaremos (docentes, coordinadores, compañeros).
Más tarde irán cobrando forma, dibujarán siluetas y realizarán verdaderas piruetas aéreas.
En el futuro -quizá- serán rasantes y audaces o, por qué no, demorados itinerarios que busquen el más allá de lo que ven.
Sí, en todos los casos, -de eso estoy segura- marcarán caminos propios que dejarán irrepetibles modelos de vuelo.


Prof. Lic. Estrella Koira

PD: Si siguen el link de la cita del cuento, van a tener más datos sobre el autor y la oportunidad de disfrutar del texto nuevamente.