sábado, 25 de junio de 2011

Otros vuelos - Guido

Nunca te olvides de Volar

Recuerdo aquella mañana en la que entré al bosque tan solo para buscar algún ave exótica. Son aquellas estupideces que uno hace sin pensar y de las que con el tiempo aprende que no valen la pena. Un gallinero es un gallinero, es un lugar donde hay gallinas y gallos, y debería ser siempre así.
En la vida uno quizás no se da cuenta de la magnitud de las cosas, muchas veces uno comete errores por ignorancia. Y quizás me justifico diciendo que estaba en una especie de ignorancia al momento de cazar el aguilucho. El hombre en sí es competitivo, nos encanta tener algo mejor, más raro, o algo que nos destaque de los demás. ¿Quién no se iba a sorprender sabiendo que tendría a un águila en mi hogar?
Fue así como llegaba a mi casa, contento de mi hazaña. Lo coloqué en el gallinero, y dejé que la vida hiciera lo suyo.
El tiempo pasó y aquella ave exótica era una más del montón, sin contar obvio con su tamaño y el esplendor de sus alas.
Recuerdo también el día en que vino el hombre ese, sí, ese hombre era un... un naturalista, un ambientalista, algo de eso. Vino a recorrer mis campos y mientras hablábamos nos topamos con el gallinero. El hombre se había detenido y mirando fijamente me dijo que allí había un ave que era fuera de lo común. Un águila. “Estás en lo cierto”, le respondí. Y le expliqué que a pesar de eso, el ave había sido criada como una más.
Inmediatamente el hombre se volvió hacia mí e intentó convencerme de que un águila no era como aquellas gallinas a pesar de haberse criado toda su vida con ellas. Quiso explicarme lo magnífica que era esa ave y me decía que su especie era la que reinaba en los cielos y que no merecía estar en un mísero gallinero comiendo maíz. Que por su naturaleza, en su ser mismo estaba el hábito de rondar por las alturas, y sobrevolar todo aquello en lo que se le estaba acostumbrando a vivir.
Incrédulo, sentía que este muchacho no sabía nada. Una persona es como es criada, un animal toma la actitud de los animales con los que es criado. ¿Cómo esta águila va a poder volar si está acostumbrada al barro del gallinero y a comer el maíz del piso? Insistente, para querer convencerme la tomó entre sus brazos, la levantó bien alto y quiso que volara... Pero no funcionó.
Sin perder los ánimos lo intentó una segunda vez al día siguiente. Subió a mi techo y de allí intentó que volara, pero nada dio resultado. Ella no quería volar, ella quería ser una gallina más...
Finalmente llegamos a un tercer intento, el último. El hombre y yo nos estábamos cansando ya de esta situación. Subimos a una colina, al punto más alto. Y fue en ese momento que le ordenó al águila que volara, que no era un animal del suelo, sino que pertenecía al cielo, y que así también, el cielo le pertenecía a ella. El águila miró como las anteriores veces para todos lados, pero ésta vez desplegó sus alas y emprendió vuelo. Sin mirar atrás, sin duda alguna, comenzó su trayecto hacia lo más alto, casi perdiéndose entre el brillo del Sol. Su vuelo era hermoso y pude comprender lo que realmente sucedía.
El águila seguía siendo un águila, estaba en su sangre, estaba en su ser.
Comprendí entonces que no se debe intentar modificar el destino de los seres vivos. Cada cual nace y tiene un rol en la vida, un espacio y un objetivo. De nada sirve querer cambiárselos porque a través del tiempo siempre perdurarán...

miércoles, 15 de junio de 2011

Para leer en voz alta - 2

Instrucciones para subir una escalera
 Julio Cortázar
de "Historias de Cronopios y de Famas", Julio Cortázar, 1962. © 1996 Alfaguara


Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
   Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
   Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

miércoles, 8 de junio de 2011

Para leer en voz alta - 1


La Rana que quería ser una rana auténtica


Había una vez una Rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad.
Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena Rana, que parecía Pollo.

Otros vuelos - Érika

LA LUCHA POR UNA IDENTIDAD

                        El águila, que se creía una gallina, vivía como tal en la granja, hasta que un día, un sabio, se dio cuenta de cuál era su verdadera identidad y decidió así llevarla hasta la cima de una montaña para que pudiera desplegar sus alas y volar. Esta persona veía cual era el verdadero potencial del águila y fue así que se propuso abrirle los ojos para que dicho animal dejara de creerse un ser inferior y finalmente, se aceptara tal cual es. Cuando el águila, luego de innumerables intentos fallidos, logró de una buena vez desplegar sus enormes alas y volar, fue cuando supo que había cumplido el prepósito del sabio: reconocerse a sí mismo.

Una gallina indiferente