jueves, 5 de mayo de 2011

Otros vuelos - Enrique

Mi gallina

Un día de sábado, yo iba caminando por la ruta en busca de maíz para mi criadero de gallinas, patos y pavos. De repente, mientras caminaba, veo una extraña ave. Esa ave era un águila.
Esta águila era muy diferente de las demás porque no podía volar. No había ninguna explicación para ello. A mí me llamó mucho la atención ver que no podía volar…Y de repente, con una bolsa que tenía para traer el maíz, la capturé, luego la lleve al gallinero. Una vez que llegué la coloqué con las demás gallinas y le dije que no era una simple ave sino una gallina, una gallina muy especial, una gallina muy diferente de todas.
Después de que le dije eso empecé a notar que el águila empezó a relacionarse mucho con las gallinas. Noté que el águila tomaba actitudes de gallina (como por ejemplo, cacarear), también  me di cuenta de que el águila comía maíz como las gallinas y dormía en los gallineros.
Al otro día, que volvía de comprar maíz, me encontré a un anciano que parecía muy sabio. El sabio me vio venir, entonces me saludó y me preguntó si este criadero era mío, y yo le dije que sí. Luego le pregunté si necesitaba algo y me dijo que no, pero me señaló que le había llamado la atención unos de mis críos, que resultaba ser el águila.
Me quedé asombrado cuando me dijo eso y le dije que no era un águila sino que era una gallina. El anciano me insistía en que no era una gallina sino un águila y después me dijo que le alcanzara el águila. Se la alcancé y empezó a decirle que volara, que volara con las demás águilas, que este no era su lugar; pero el águila no volaba. El anciano se marcho sin responder nada en absoluto.
Al otro día me levanté muy temprano y les di de comer a mis críos, luego veo venir al anciano. Apenas lo vi le dije ¡seguro viene a visitar a mi gallina!  El anciano me dijo nuevamente que era un águila. Me empecé a reír y sin ofenderlo le digo ¿Hasta cuándo va insistir con que es una águila?  Yo ya le explique que no es un águila, es una gallina con la apariencia de águila, y el anciano se la acercó y le dijo: “anda joven águila vuela, anda vuela”. Le dijo, también, que tenía fe en ella para que volara y el águila se fue a comer maíz. Luego mire al sabio y le dije seriamente que me parecía que él no era tan sabio.
Entonces, el sabio le dijo, una vez más, al águila que era un águila y no una gallina y que empezara a volar, pero el águila lo miró al sabio y le cacareo como gallina.  El sabio se enojó y me dijo que a la mañana siguiente, bien temprano, se iba a llevar al águila para que aprendiera a volar. Despreocupadamente le dije que estaba bien.
Me afligí mucho por el águila durante el día, la alimenté bien, la curé de algunas heridas que tenía, entre otras cosas. Al día siguiente me levanté a las diez de la mañana y de repente apareció el anciano que vino a buscar al águila. Me llamo y me dijo que era hora. Me puse triste. Tomé unos segundos y le dije que estaba bien.  Luego se la alcancé y le dije que ya sabía que el águila no va a volar. Luego el anciano y el águila se marcharon hacia el lugar que la encontré.
Yo los miraba cuando iban al lugar y pensé que ya sabía que era un águila, pero no un águila cualquiera sino un águila muy especial, un águila con el corazón de una gallina.

Enrique Pedernera

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